El tercer día de Junio, Mario Alberto hijo, mi hermano mayor, cumplió esos años que no se han dejado evidenciar en su rostro aún de moda.
Posteriormente llegaría el cumpleaños de Félix y Melissa, que de pequeños eran celebrados juntos en casa de la abuela Ráquel con toda la familia junta.
Pero los tiempos han cambiado y la abuela Raquel nos dejó en el camino y los cumpleañeros han crecido tanto que han cambiado la torta por banquetes nocturnos y los bocaditos por botellas de vidrio llenas.
Melissa es esa tía que más la siento a prima, esa persona con la que estás condenado a una ruptura de tímpano después de una conversación por el alto tono de voz que maneja. Con Meli es imposible no divertirse. El que no la pasa bien con Melissa, merece pasar a mejor vida por aburrido.
Esta noche iré a casa de Melissa por tres motivos: Su cumpleaños, el de mi hermano y porque sé que van a tirar la casa por la ventana literalmente por vigésimo noveno año consecutivo y sinceramente me gusta la idea.
Félix es el hermano mayor más cerca a mí, el que me lleva solo tres años, con el que compartí hasta la tina de niños, con el que compartí mis jueguetes y mis primeros puñetes, con el que aprendí mediante la convivencia diaria, ya que dormimos en el mismo cuarto casi dieciocho años de nuestras vidas.
Hoy también es cumpleaños del amigo Giovanni, aunque el ya se ha retirado de los brindis hace algún tiempo, aunque he jurado hacerlo volver próximamente.
Hay motivos para celebrar. Hoy me tomo hasta el agua del florero...
Renzo F. - El Autor.
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