martes, 19 de julio de 2011

NARRACIONES DE UN HOMBRECILLO: DÍA 1

Cuando decidí hacerme un hombrecillo, lo hice con ganas de vivir sobreviviendo, basado en el día a día y con el buen humor como principal herramienta.
Debo admitir que ha sido complicado, y más sabiendo que recién comencé oficialmente anoche.
Porque anoche me di cuenta que ese hombresillo había salido al mundo cuando necesité una pastilla y no tenía el botiquín de mi madre como solución para una de mis migrañas.
Rumbo a la farmacia con la brisa que me retumbaba la cara y el olor a incienso en cada pelo de la naríz, el camino se me hizo más largo que la espera que me tiene sentado en el sofá todas las mañanas esperando mi turno para entrar al baño.
Dos excedrin parecían suficientes...
Regresé dispuesto a seguir batallando contra la noche y la guerra que me había desatado mi habitación con cada una de las características de la soledad.
La humedad era el siguiente rival a vencer. Almohada en la cara para no sentir el olor y de costado rogándole a mi sueño que no me haga moverme.
No necesité mi Salbutamol en toda la noche. Tal vez fue por eso que me levanté más de una vez sorprendido y eso produjo las naúseas que me acosaron el resto de la misma.

- Siete de la mañana, momento de entrenar,  pareció decir mi nextel a través de su alarma.
- No jodas , respondi mientras le sacaba la cuenta a la mala noche.

A las ocho de la mañana, mis ojos respondieron a la rutina. Necesité veinte minutos para alistarme e ir a la oficina a cumplir con mis obligaciones laborales con el destino que traerá consigo mi cheque a fín de mes.
Olvidé las medias (En realidad no olvidé ponérmelas, sino lavar todos los pares)

Tomé asiento en la oficina no sin antes asegurarme de que mis pasadores estuvieran bien atados para no dejar en evidencia la ausencia de mis medias.

Posteriormente me di cuenta de que la barba ya no me crece cada dos semanas, sino cada tres días.
¿Olvidé también afeitarme?
Pues sí.

El momento para el refrigerio llegó a la una de la tarde, no sin antes dejarme en claro que debía esperar hasta las cinco que llegara mi comida desde el otro lado de la ciudad.
Sí, el amuerzo me la traen a diario y con efecto retardado.

Luego llegó la hora de salida que me llevaría nuevamente a combatir contra mi nueva habitación y los demonios que me aquejan por el simple motivo de no saber NADA sobre trabajos domésticos.
No se planchar, no sé utilizar la lavadora, no sé colgar bien la ropa, no sé tender la cama, ni cocinar más allá de una fritura.
En vez de trapear suelo inundar y en lugar de limpiar suelo arruinar.
Sí, ya sé que no convengo.

En fín, esta será la segunda noche en completa soledad y estoy seguro que volveré a extrañar la vida que extrañé anoche.
Porque extraño el botiquín de mamá, el decodificador de la tele y sobretodo a la empleada doméstica que solía hacerle todo a este inútil.

Metafórico Intenso. El Autor - Renzo F.

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