NAVIDAD A PECHO ABIERTO
En ésta sencilla narración espero transmitir la importancia e inobjetable valor que tiene la navidad y que gracias a
las enseñanzas que mis padres, hermanos e hijos – en especial mi madre –, sirven de terapia para superar las dificultades y recuperarme de los sinsabores que me acompañaron en ciertos periodos del año que termina. Aprendiendo que lo mas importante en esta vida es alcanzar la felicidad, y que ello se logra haciendo felices a quienes nos acompañan y también a quienes quizás ya no... Gracias a su guía, su presencia y su constante apoyo
Recuerdo cada mes de diciembre, la impaciencia de mamá y papá se acrecentaban en la misma medida que su ímpetu y apuro para embarcarnos a todos en la tarea de armar y decorar el árbol de navidad y el nacimiento. Mamá mantenía una perfecta organización – contrastada con la preocupación de papá para elegir, comprar, envolver y etiquetar los regalos, además de cuidar infinitos detalles previos a la cena noche buena que - poco antes de las doce - se complementaba con villancicos o versos recitados por cada uno al pie del niño recién nacido, ante quien mas que pedir agradecíamos todo lo bueno que la vida nos había dado, desfilando desde los mayores hasta los más pequeños.
Las preparaciones demandaban esfuerzo y tiempo inversamente proporcional al que dedicábamos a las celebraciones que en vez de acabar súbitamente, continuaban una semana después con el advenimiento del año nuevo.
Todos y todo estaba rodeado de un solo sentimiento…. Me refiero al amor entregado en cada acto, en cada detalle y a cada momento… siendo lo más milagroso la inquebrantable fortaleza que pese a su tamaño, no podía abatir ningún cansancio... Incluso a veces como ahora me pregunto ¿como logro ser además de creadora de todos los actores ser guionista de gran parte de lo que serían nuestras vidas en el futuro por entonces tan lejano…? De hecho se ha ganado mas de un Oscar..
Ahora tenemos un árbol de mas de dos metros que contrasta con el recuerdo mas antiguo de la navidad hacia los años en que vivíamos en Hipólito Unanue, donde un árbol de poco menos de un metro veinte era armado con sumo cuidado por haber sido víctima de un otoño cruel mientras estaba encajado 330 días del año; Aunque este año – y no me excuso pues hasta hace pocas horas recién me anime a armar el nacimiento que ven - contrasta con el nacimiento lleno de animalitos: gallos, ovejas; no pueden negar que están el infaltable asno, la vaca que junto con los pastores, los reyes magos la Virgen María y San José, y por supuesto el niño Jesús..
No es quizá tan bonito como el de años anteriores..., pero como me enseño mamá... nunca es demasiado tarde, ni demasiado poco para hacer lo que sientes si lo haces con amor, entrega y con humildad... Recordando que esos sentimientos nos los trajo una navidad hace dos mil once años el niño que esta por nacer...: y que son también los que nos dieron y enseñaron a dar nuestros padres en cada acto y en cada día desde que nacimos...: amor, entrega y humildad.
Agradezco a Jesús y a Dios, por enseñarme a que siempre antes que se apague mi esperanza, debo encender mi fe y porque a pesar de ser su cumpleaños, me ha regalado una navidad más con mamá, con mi familia que son todos ustedes... y también con papá, con mi padrino, con mis hijos y con todos aquellos amigos - que aunque no estén físicamente presentes – saben que esta noche de navidad los siento conmigo. y los siento a pecho abierto.... gracias
Mario.
LA RESPUESTA DEL AUTOR
Y es que 20 años después de mi nacimiento, debo admitir que papá sigue citando mejor a la inspiración a la hora de unir la memoria con la actualidad y sus dedos con ese teclado que lo aguanta todo y que como si se tratara de folclore ha heredado de generación en genaración ese placer de escribir.
Era imposible no citar esta noche estos versos de papá que han rehidratado mis recuerdos y me han hecho sentirme tan protagonista de la historia anteriormente contada.
Aquellos villancicos de la abuela Margarita y el discurso que cada uno de nosotros debíamos darle al Niño Jesús cada 24 de diciembre cuando la unión familiar dejaba en claro que ya estaba por llegar el 25.
Es momento de agradecerle al abuelo Guillermo, quien yace en algún albergue celestial, y a la abuela Margot, quien con ocho décadas y algo más en su haber me hacen sentirme tan orgulloso de uno de esos frutos que los seres humanos tenemos cuando decidimos formar el "Tú más yo".
Ese fruto al que para siempre lo apodaron Mario, pero que en realidad debieron ponerle Supermán o Batman.
Ese fruto que con media década en su hoja de vida me sigue llenando la mía a base de memorias, sentimientos encontrados, enseñanzas, lecciones de vida, moralejas, mensajes y muchísimo más.
Una persona que me ha hecho un poco menos débil para cuando llegue la desgracia, un poco menos ingenuo para cuando se intenten aprovechar de mis virtudes y un poco menos cobarde para cuando en mis arrebatos le declare la guerra a mi propio destino.
Y es que sin Mario Figallo no lo hubiera logrado nada.
No hubiera tocado la felicidad de la mano de esos cuatro hermanos que puso en la tierra antes que a mí.
No hubiera sobrevivido a mis tiempos de independencia.
No hubiera podido crecer en este mundo al que tanto respeto le tengo y que con la sonrisa de mi padre grabada en la retina sigo tratando de conquistar.
Sin duda alguna el mejor regalo de mi vida no llegó esta Navidad, sino en la de 1991, cuando gracias al "Tú más yo" de Margot y Guillermo, y a la voluntad de Dios, me hice acreedor al regalo más grande: Mario, mi padre.
Metafórico Intenso. El Autor - Renzo F.
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