Inolvidable ese enero en La Punta, curado de cualquier mal y sanado de cualquier herida de esas que produce la vida y que nos sirve para ser un poco menos débiles.
Jornadas ronísticas a orillas de Cantolao con los amigos de infancia y con los de la edad contemporánea.
Un verano que me tuvo bastante ocupado desde enero hasta abril.
Hasta abril porque el primer día de dicho mes inicié con mi primera aventura con complejo de periodista en la municipalidad de la península, lugar donde conocí grandes amigos que me ha sido imposible olvidar.
Amigos que me hicieron ver la vida de una forma menos rutinaria, con salidas al cine y con reuniones sabatinas a poco volumen.
Fue de esa forma que logré mi independencia con tan solo diez más nueve en años.
Ocho meses en los que ganaba un sueldo para nada despreciable que me permitió vivir solo, comer solo y necesitar menos del dinero de mis padres.
Como olvidarme de mi cuarto en la calle Grau, donde hasta el desorden era solo mío y para mí. Imposible.
Un sueño que yo mismo le puse fin en el mes de noviembre y desde entonces no me he arrepentido ni un segundo de esa decisión.
La mala espina, la leche de algunos y los complejos de otros incentivaron mi decisión. Pero eso ya pasó también al recuerdo.
Y por noviembre también apareció mi vieja conocida, mi musa favorita, el amor de esos amores que a veces pensamos que solo existió uno en la vida. Apareció dispuesta a entablar amistad, aunque fracasó en el intento, pues desde el 10 de diciembre según feisbuk y según nuestros corazones estamos en una relación.
En una nueva relación que al menos en mi caso me está haciendo escribir una nueva historia sin tener rencillas con el pasado por más malo o maravilloso que haya sido.
Y así, mi 2011 terminó como yo mismo lo había planificado.
En una fiesta despidiendo a todos esos amigos que de ahora en adelante veré de vez en cuando.
En la península, agradeciendo las oportunidades dadas y prometiendo ser mejor que ayer y así sucesivamente....
Gracias, señor 2011...
Gracias, a mis padres...
Gracias, a mis hermanos...
Gracias, a mi familia...
Gracias, mi equipo de barrio...
Gracias, Joha, Cusi, Billy, Greis, Ángel, Giani, Lucho, Elio, Giovanni, Fiorella, Jorge, Mario, Eli...
Gracias, Flavi.
Metafórico Intenso. El Autor - Renzo F
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