Cada vez son más los concurrentes a dichos centros nocturnos; mujeres en minifalda, caballeros con terno y las meretrices y transexuales que ya no alcanzan para ser contados con los dedos de las manos...
Bajo ese contexto suelo partir a casa, en medio de la madrugada, entre quedándome dormido y no hacerlo, en esas combis que dicen Puente Piedra, pero que de noche circulan por Javier Prado.
Los ambulantes del turno día ya han dejado sus puestos y han sido relevados por los del turno madrugada, quienes luchan contra el sueño junto a los semáforos que hacen descansar a las luces rojas y verdes; y parpadean solamente en ambar.
Allí está el transexual de Los Eucaliptos, ese que siempre alza la mano pasada la una más treinta y sube mientras todos lo miran - mejor dicho - lo miramos como si se tratara de un extraterreste.
Dos paraderos más allá es que bajo para hacer la conexíon San Isidro - Surco y sobre el túnel de la Av. Arequipa con Javier Prado casi siempre está el mismo auto de la comisaria de San Isidro cobrando los cupos nocturnos a los transportistas. Las tarifas son entre cinco y diez soles, depende de la antiguedad.
Enciendo un cigarrillo mientras camino hacia la próxima esquina y uno más aguarda queriendo salir de la cajetilla por si los micros demoran un poco más...
En el Óvalo de Miraflores todas las luces siguen encendidas, pero con menos gente que de costumbre. Y es que más de la mitad de la ciudad ya está durmiendo.
Más de la mitad menos yo y algunos más; entre ellos el viejo canoso con pinta de actor de cine frustrado que siempre está con una bolsa amarilla pidiéndole dinero a los pocos transeúntes que circulan por afuera del Saga Falabella.
Cada vez más cerca de casa, hasta las luces del Tip Top ya han dejado de parpadear.
Tarde, algo más tarde que ayer. Lo suficientemente tarde como para estar más cerca del "buenos días" que del "buenas noches".
Apago la luz.
Metafórico Intenso. El Autor - Renzo F.
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