Estaba en clase de inglés del otro lado de la ciudad cuando recordé que era el cumpleaños de Margarita.
Apelé a mi clásica habilidad para distraerme, saque mi blackberry, y comencé a escribir todo lo que le diría si la tuviese al frente.
Aquí te lo dejo, reina...
No sé si me escuchas...
No sé si tienes la necesidad de algo decir...
Solo sé que eres una protagonista más en mis luchas....
Solo sé que lo que más pido es que sigas aquí...
Margarita es la madre de mi padre, es mi abuela.
Su herramienta principal es la sonrisa y es imposible no devolverle una cuando ella te la comparte.
Margarita tiene arrugas producto de su edad, pero sus manos son más suaves que las de cualquier jovencita que me haya robado el corazón en el pasado.
Su pelo blanco es la evidencia de los años que pasaron sobre ella y el
brillo sobre sus ojos agua marina son un claro ejemplo que por mas que
pase el tiempo, la felicidad puede volverse cosa de todos los dias.
Y es que me consta que Margarita es feliz a cada instante, pues a pesar
de convivir con ese maldito alzheimer que le arrebató el habla desde
hace mucho, la habilidad y nobleza en sus gestos me hacen saber cuando está
bien y cuando no tan bien. Y es que Margarita nunca esta mal, solo tiene
algunas complicaciones propias de su edad, pero que al fin y al cabo vence con su herramienta antes mencionada: la sonrisa.
Sabes, Margarita, hace algún tiempo no escribo en mi blog, pero hoy merecía recordarte a la distancia.
Distancia porque las obligaciones me han negado la posibilidad de verte, más no de pensarte.
No te alcanzarían los dedos para contar cuantas veces he tratado de recordar tu voz sin éxito alguno, pues la memoria a mi también me ha comenzado a fallar hace mucho.
Perdóname, mi reina, por las veces que no exigí verte cuando era niño.
Perdóname, mi reina, por no haberte demostrado antes toda la ternura que tuve para tí desde siempre
Perdóname, mi reina, por las navidades de ausencia y por periodicidad de mi presencia.
La vida me quedará corta para demostrarte lo agradecido que estoy y el amor que te tengo. Y es que en tu vientre creció el motivo más grande que tengo para seguir.
Sé que nunca mas podrás leer esto porque el alzheimer te hizo olvidar
eso también, pero concluyo tranquilo porque sé que por más mala que sea la jugada que te haya pasado la memoria, desde hace algún tiempo hasta ahora ya comenzaste a saber lo mucho que te quiero.
Te adoro, abuelita hermosa. Felices ochenta y siete.
Metafórico Intenso. El Autor - Renzo F.
Escrito el 19/09/12
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