sábado, 27 de octubre de 2012

OCTUBRE 27: Y DESDE ESE MOMENTO SE HIZO MÁS DIFÍCIL LLORAR

Debo admitir que escribirle a mi abuela Raquel me sigue pareciendo complicado.
Y es que no es fácil querer tanto a alguien que ya no está.
Y es que no es fácil sentir tan abuela a la que fue tu bisabuela.

Consentidora como ella sola. Nadie, pero nadie podía gritarnos en su delante por más mala crianza que se cometiera. - Ya comprendo como muchas veces nos aprovechamos con los primos para jalarle la almohada al tío Luiggi mientras dormía. ¿Valientes no?-.

Consejera también, aunque bastante conservadora. Recuerdo cuando llegaron mis primeras dolencias de amor, o mejor dicho desamor. Trataba de hacerme pensar igual que ella y como siempre me negaba, se le hizo costumbre sugererirme siempre lo mismo:
- Visita a un cura, decía como si uno fuera un fenómeno.

Entretenida, sí. Es que me hizo adicto a las telenovelas mexicanas.
La Usurpadora, Abrázame muy fuerte, Entre el Amor y el Odio, todas las de Thalía y así sucesivamente.
Siempre en el sofá verde, después de almuerzo, de dos a cinco y media, hasta que comenzaba "El Chavo del Ocho" y ella prefería su caminata diaria, bastón en mano, con previa escala en la Iglesia.

Las monedas de cinco soles. Recuerdo hasta ahora que mi principal virtud para pedir propinas de niño era la insistencia. Era capaz de insistir durante horas por una que otra moneda, hasta que la abuela Raquel cayera redondita encantada por mis besos post propina.

No hubo cumpleaños que no se celebrara en la casa de la cuadra dos de Medina en La Punta, Callao.
Las riendas de la unión familiar las llevaba ella. Todos, pero absolutamente todos acudían cuando ella así lo quería.

Los más triste fue cuando murió Carmen, su hija, mi abuela y al mismo tiempo mi madre.
Tratabas de ser fuerte o al menos más fuerte que yo.
No olvido cuando me dijiste que a partir de ese momento tú serías mi abuela.
Y así fue Raquelita, fuiste mi abuela, mi amiga y por orden tuya el día no podía terminar sin que pasara a verte siquiera cinco minutos.

Bueno, pasar a verte cuando vivía con papá en la cuatro de Saenz Peña, cruzando el parque.
Porque con el tiempo me mudé a tu casa. Bueno, en realidad me mudaste porque no tenía a donde ir.
Con papá en Arequipa, mamá en Surco y mis sueños en La Punta, no podía irme y menos me dejarías ir.

Esos fueron los últimos años, los que recuerdo con mayor claridad y que hasta hoy me roban sonrisas.
La tía Claudia me despertaba para ir al colegio y cuando yo salía de la ducha tú ya estabas despierta también por si se me ofrecía algo.

Y una noche, te fuiste.
Fue inesperado, como con la abuela Carmen.
Tengo la imagen grabada de la ambulancia en la que subí para llevarte a la San Gabriel.
Rezé todo lo equivalente a la noches que no había rezado.  Pero no fue suficiente.

No fue suficiente como para que te dieran una prórroga y vieras cumplir algunos sueños más que me hubieran gustado compartir contigo.

Desde entónces todo es diferente
Mi vida ha cambiado, el contexto también.
Estoy a kilómetros de tu casa de la cuadra dos de Medina.
A kilómetros del sofá verde.
A kilómetros de la mesa servida para el almuerzo.

Pero muy cerca a tu mano arrugada que esa noche apretó la mía y me dijo algo que lo he tenido siempre presente.

- No llores, hijito. No llores. 

Y desde ese momento se hizo más difícil llorar.

Feliz cumpleaños, abuela Raquel. Te amo con todas mis fuerzas. 

Metafórico Intenso. El Autor - Renzo F. 

La abuela Raquel, la abuela Carmen y mis tíos Roberto, Carlos, Luiggi y Coco. Imborrables momentos.











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