jueves, 6 de diciembre de 2012

MI EQUIPO DE BARRIO: PARTE XIII - CAPÍTULO FINAL

Casi diez años después del inicio logramos el trofeo que nos faltaba y demostramos que los subtítulos no quedan bien en casa de Coco, donde siempre esperaron la copa del campeón y hoy la tienen.

Tenía pendiente esta entrada, tenía pendiente el final.
Es que sí, este es el final. No sé si el final de la historia, pero si tal vez mi final en ella.
El tiempo no es el mismo y los sueños son distintos e incluyen distancia en kilómetros.

Comenzemos entonces con el que podría ser el capítulo final...

Ahi estaban algunos de los fundadores de esto: Giuseppi, Coco y Javo en cancha. Los dos primeros, artífices de las primeras camisetas que fueron dibujadas en un papel arrugado. Fueron las más feas de la historia, pero las de mayor significado por cuestiones de memoria.

Ahí estaban también los demás: Loba, Javier Bardellini, Diego, Miguel, Jóse, Yandir, Yordy, Mingo, Daniel Vera y el gran Jesús Palacios, quien a pesar de no estar en la nómina por un tema de reglamento, nos acompañó y se ha ganado un lugar en este recuerdo.

En tribuna estaban -como siempre- Fiorella y Leo, a quienes el equipo unió en un comienzo gracias a la amistad, y hoy esa unión  tiene final feliz.

Estaba la mamá de Miguel, saludándome de una de las formas más gentiles que he visto en mi vida.

Estaban los padres de Giuseppi, fiel a su estilo de acompañar a su hijo y si no está él, acompañar al equipo simplemente.

También vi a Pedro, a su esposa e hija. Al verlos recordé cuando en un campeonato pasado el partido terminó en gresca y el limó los puños y ella las uñas en la cara de un rival para cobrar venganza por un codazo a Giuseppi.

 Estuvieron Kimberly, Otilia, como en los viejos tiempos, y Doña Eda, la precursora de nuestro capitán y fundador principal: Coco.

El infaltable Cholo Marrú.
 -Cholo descuida, aún recuerdo cuando salía en short los fines de semana y te pedía un par de soles prestados, o mejor dicho, regalados. Jajaja.


Vi varias caras desconocidas -lo admito- que me gustaron ver, pero que hubiera preferido intercambiarlas por los que ya no están. Llámese Ítalo por la banda izquiera o la mamá de Loba en la primera grada, ambos hoy en tribuna celestial.

Hubiera preferido ver también a la mamá de Javo y preguntarle de una vez por todas cómo logró que su hijo tenga las manos en los pies.

 Hubiera preferido ver a Chenta, que debe estar ya en la selección nacional, pero de fullvaso.

Hubiera sido lindo ver a Alonso, quien se dedicó a estudiar cine o a Franco, que según entendí sigue por los cruceros.

Que memorable hubiera sido ver a Roger o a Rafo, quien es padre desde hace algunos meses al igual que Victor, que lo es hace ya algunos años. O a Juanito, quien debe andar contento porque su equipo, el Granada, ya juega la primera división española.

Aquella noche llegué borracho al Coliseo de La Punta. Había tomado de más, pero eso no me impidió dar la arenga post partido, ni gritar unos cuantos goles a todo pulmón. Esa noche toda la tribuna se rió de mí, de mis payasadas, pero sé también todos comprendieron que el momento era digno de celebrar y a mí, como a cualquiera le puede pasar, se me pasaron las copas.

Esta historia se lleva tal vez los mejores recuerdos de mi infancia y adolescencia.
Se lleva mi primera borrachera, mis primeras lecciones de fumador cuando "golpeaba" el cigarrillo con los puños.

Se lleva también las corbatas, sacos y pantalones que conseguíamos para que nadie falte en los quinceañeros, la red organizada de falsificación de pases y la especialidad de Rafo y Trakina: el sanguchito a la quinceañera.

Se van también las batallas del Regatas, el incidente de la fiesta en el Gimnasio Vasco, la primera cholo cueva en la cuadra 9 de Grau y los viajes al sur.

Despido también a los arcos del Malecón Pardo -que eran una invitación clara al padecimiento de tétano- el olor a orín de la rampa, las cremoladas del SiCotito y todos nuestros nombres sobre la banca grabados con plumón indeleble.

Esta historia se lleva las reuniones en el cuadrado de la casa de Koki, las banquitas del parque cuando la plata no alcanzaba para alquilar la cancha del coliseo, las guerras de carnavales, los juegos de policías y ladrones y muchísimo más.

Continuaría con esto, pero a nadie le gusta llorar en el final.
Todos merecemos guardar nuestros mejores recuerdos con la cara limpia y con una sonrisa perpetua.

Yo no sé si el próximo campeonato resista sin verlos, resista sin gritar los goles o aguante sin firmar las planillas. Pero si sé que ustedes ya se ganaron mi corazón, ya se ganaron mi memoria y ya ganamos lo que buscamos durante una década: ser campeones de la Copa La Punta.

Metafórico Intenso. El Autor - Renzo F.




1 comentario:

  1. Bien ahi ... otro recuerdo es Las bancas del Malecon donde dormiamos cuando tomabamos Ron!! .. Bien Renzito ..

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